viernes, 19 de octubre de 2012

El Circulo del Odio


El Circulo del Odio 

 

Un importante empresario estaba enojado y regañó al director de uno de sus negocios. El director llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba gastando demasiado porque había un abundante almuerzo en la mesa. La señora gritó a la empleada, que rompió un plato y le dio una patada al perro porque la hizo tropezar. El animal salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por allí. Cuando ella fue a la farmacia para hacerse una curación, gritó al farmacéutico porque le dolió la aplicación de la vacuna. Este hombre llegó a su casa y le gritó a su madre porque la comidano era de su agrado. 

La señora, manantial de amor y perdón, le acarició la cabeza mientras le decía: “Hijo querido, te prometo que mañana haré tu comida favorita. Trabajas mucho, estás cansado y hoy precisas una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas para que puedas descansar en paz. Mañana te sentirás mejor”. Lo bendijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos. 

En ese momento se interrumpió el círculo del odio, al chocar con la tolerancia, la dulzura, el perdón y el amor. 

 


Baltazar V

viernes, 5 de octubre de 2012


Este ser llegó a la Argentina a través de Brasil.
Si una familia tiene siete hijos varones, la maldición cae sobre el séptimo. Se dice que es un hombre alto, delgado y con mucho pelo. Antes de convertirse anda muy nervioso y se enoja fácilmente, puede transformarse en los cementerios o cercanías y sobre todo cuando el acólito florece y la luna está llena. Se alimenta con carroña y cuando anda por el monte puede morder a los desprevenidos.
La transformación no ocurre en cualquier momento, sino a las doce de la noche del viernes, y a veces también del martes. Un tiempo antes, el hombre que padece esta "enfermedad" experimenta una sensación extraña, y luego una acuciante necesidad que lo lleva a apartarse de sus semejantes y ganar la intimidad del monte, donde a la hora señalada se quitará la ropa y dará en el suelo tres vueltas sobre si mismo, de derecha a izquierda, mientras reza un credo al revés. Se opera así la metamorfosis, y sale entonces de correría hasta que el canto del gallo lo devuelva a su humana condición. Durante esa noche, los perros aúllan enloquecidos, advirtiendo su presencia. Va á los chiqueros, gallineros y corrales en busca de excrementos, su más preciada comida. También suele vérselo en los cementerios, revolviendo tumbas en busca de carroña. De tanto en tanto, para balancear su inmunda dieta, comerá un niño no bautizado. Parece despreciar la carne de los adultos 
Cuando muerde o salpica con sangre o saliva a sus víctimas, éstas pueden transformarse.



Según Elena Bossi, para protegerse del lobisón hace falta:

- una bala bendecida en 3 iglesias (7 según otros). No se debe apuntar al bulto sino a la sombra.
- un cuchillo bendecido que tenga forma de cruz.
- una linterna con pila bendecida (de lo contrario no alumbrará).
- una alpargata (cuando se le pega al lobisón con una alpargata, se vuelve persona).

Se lo puede atar; pero tiene que ser con lana abierta de tejer. Así se queda quietecito cuando lo enlazan. Si es perro lobisón hay que sujetarlo del cuello; si es perra lobisona, de la mitad de la espalda (media res).
Hay que herirlo sin que se dé cuenta, de lo contrario atacará y matará.
FUENTE: http://www.folkloredelnorte.com.ar/leyendas/lobison.htm

Pachamama, el castigo de la tierra


Don Hilario y su hijo solían cazar guanacos, vicuñas y llamas; por lo general mataba más animales de los que necesitaba, aunque a los sobrantes los vendía luego en el pueblo. Es sabido que la Pachamama, Madre tierra, no permiten que cacen sus animales por deporte, y menos que maten a las madres de las manadas. 

Don Hilario, sordo a los decires, fue cazar como todos los días, pero aquella mañana la Pachamama les dio un aviso, haciendo retumbar la tierra y produciendo derrumbes en los cerros; padre e hijo intentaron cubrirse en una saliente pero la mula se empacó y forcejeando se fue acercando al abismo hasta vencer las fuerzas de don Hilario y el animal cayó al abismo... esta fue el primer pago que cobró la Pachamama.

Segundo después se terminaba el temblor y volvía el silencio a las peñas... los viajeros, asustados, contemplaban al mular al fondo del precipicio... asustados corrieron a hacerle una ofrenda a la Madre tierra, para calmar su enojo. Enterraron cosas que llevaban, como ginebra, coca y un cigarrillo, le hablaron en voz baja, con mucho respeto, pidiendo perdón, buenas cosechas y muchos animales.

Don Hilario pidió permiso para seguir cazando. La gente del pueblo también oró a la Pachamama y hasta le sacrificó una llama en su honor. Don Hilario, convencido de tener permiso para seguir cazando, se internó en los cerros, pero no lo siguieron ni su hijo ni la gente del pueblo. Luego de la cacería, Hilario retornó a su rancho y no encontró a su chango, que había salido a juntar las cabras... Preguntó a los vecinos, que nada sabían... Lo buscaron hasta pasada la oración, interrumpiendo la búsqueda al caer la noche.

Rastrearon las huellas del muchacho por uno  y otro lado, pero fue inútil. Sólo al caer la tarde hallaron las cabras, lejos del caserío. Pasaron varios días y semanas y hasta el mismo Hilario dejó de buscar a su hijo.
Una madrugada, unos arrieros que bajaban al pueblo, vieron de lejos al hijo de don Hilario... cabalgaba sobre un guanaco guiando a la manada... parecía un fantasma... iba vestido con pieles, y desapareció en la neblina del monte junto con los animales.

La Madre tierra volvió a cobrarse una deuda... llevándose al único hijo que don Hilario tenía, a cambio de los animales que él había matado innecesariamente.

Los arrieros contaron lo visto a don Hilario, quien comenzó a realizar ofrendas a la Pachamama, quien no le otorgó buenas cosechas, pero tanto y tanto debió orarle y tan puro habrá sido su arrepentimiento, que al cabo de unos años don Hilario se vio bendecido con otro hijo... a quien enseñó el respeto por los animales y la tierra.

          
                                                                                                            Matias F

               Pachamama, el castigo de la tierra

Don Hilario y su hijo solían cazar guanacos, vicuñas y llamas; por lo general mataba más animales de los que necesitaba, aunque a los sobrantes los vendía luego en el pueblo. Es sabido que la Pachamama, Madre tierra, no permiten que cacen sus animales por deporte, y menos que maten a las madres de las manadas. Don Hilario, sordo a los decires, fue cazar como todos los días, pero aquella mañana la Pachamama les dio un aviso, haciendo retumbar la tierra y produciendo derrumbes en los cerros; padre e hijo intentaron cubrirse en una saliente pero la mula se empacó y forcejeando se fue acercando al abismo hasta vencer las fuerzas de don Hilario y el animal cayó al abismo... esta fue el primer pago que cobró la Pachamama.
Segundo después se terminaba el temblor y volvía el silencio a las peñas... los viajeros, asustados, contemplaban al mular al fondo del precipicio... asustados corrieron a hacerle una ofrenda a la Madre tierra, para calmar su enojo. Enterraron cosas que llevaban, como ginebra, coca y un cigarrillo, le hablaron en voz baja, con mucho respeto, pidiendo perdón, buenas cosechas y muchos animales.
Don Hilario pidió permiso para seguir cazando. La gente del pueblo también oró a la Pachamama y hasta le sacrificó una llama en su honor. Don Hilario, convencido de tener permiso para seguir cazando, se internó en los cerros, pero no lo siguieron ni su hijo ni la gente del pueblo. Luego de la cacería, Hilario retornó a su rancho y no encontró a su chango, que había salido a juntar las cabras... Preguntó a los vecinos, que nada sabían... Lo buscaron hasta pasada la oración, interrumpiendo la búsqueda al caer la noche.
Rastrearon las huellas del muchacho por uno  y otro lado, pero fue inútil. Sólo al caer la tarde hallaron las cabras, lejos del caserío. Pasaron varios días y semanas y hasta el mismo Hilario dejó de buscar a su hijo.
Una madrugada, unos arrieros que bajaban al pueblo, vieron de lejos al hijo de don Hilario... cabalgaba sobre un guanaco guiando a la manada... parecía un fantasma... iba vestido con pieles, y desapareció en la neblina del monte junto con los animales.
La Madre tierra volvió a cobrarse una deuda... llevándose al único hijo que don Hilario tenía, a cambio de los animales que él había matado innecesariamente.
Los arrieros contaron lo visto a don Hilario, quien comenzó a realizar ofrendas a la Pachamama, quien no le otorgó buenas cosechas, pero tanto y tanto debió orarle y tan puro habrá sido su arrepentimiento, que al cabo de unos años don Hilario se vio bendecido con otro hijo... a quien enseñó el respeto por los animales y la tierra.